jueves, 6 de octubre de 2011

El día que Claudia se fue

El día que Claudia se fue todo parecía normal, más normal de lo normal. La ciudad amaneció con calor, como era habitual, el sol se asomó desde temprano y en un complot con los despertadores despertó a los ciudadanos para que partieran a sus labores.

Carlos Valverde habló de la muerte de Steven Jobs, inventor del ipod, el Diario El Deber denunció poco control ante el virus de la gripe A(H1N1), doña Clara despertó quejándose por su dolor de espalda, la ciudad amaneció como siempre, con cada ciudadano y su dilema.

Claudia se fue en la mañana, escogió ese momento porque quería comenzar todo, un nuevo día, una nueva vida, un  nuevo lugar. Sólo llevó una maleta, algunos jeans, un par de camisas, unas blusas, todos sus zapatos y sus ganas de vivir, decidió dejar sus recuerdos y algunas prendas, que aunque le gustaban mucho, estaban empapadas de momentos que ella prefería dejar, olvidar.

Claudia siempre vivió sola, así que no tuvo a quién decirle adiós, excepto claro, a la doñita que le rentaba el cuarto. Su trabajo lo dejó una semana atrás, es que tampoco le emocionaba tanto tener que atender el teléfono; hablar por teléfono sí le gustaba, pero no, tener que contestar y que sea para otra persona, eso no.


Claudia se fue un jueves para no llamar la atención.
Claudia se fue y la ciudad no se enteró.
Claudia se fue y todo estaba bien.                




Excepto claro, que en esta historia nadie mencionó a Mario. Quien en ese mismo amanecer, con Carlos Valverde hablando de la muerte de Steven Jobs, el Diario El Deber denunciando la falta de control por la gripe y doña Clara quejándose por su dolor, en algún lugar de la ciudad, murió de tristeza y desolación, ya que su razón de vivir, se marchó.



Y como de Mario nadie habló, tampoco de José, de Jaime, de Christian, de Samuel... menos hablaron de mí, otra de las víctimas que sufrimos en silencio, el día que Claudia se fue.

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